antídotos contra niños caprichosos


Por: Aurea Díaz de León Carrasco. Directora de psii psicólogas infantiles.

 

Hay dos características básicas que determinan el que un niño sea caprichoso; el egocentrismo (creerse el centro de todas las atenciones y preocupaciones), que es un rasgo normal del desarrollo en los primeros años, que debería irse superando conforme transcurre la infancia, y la baja tolerancia a la frustración o incapacidad de tolerar la más mínima molestia, contratiempo o demora en la satisfacción de sus deseos. Cuando estas dos características se combinan, sin que el adulto logre imponer límites razonables a la conducta del niño, éste monta en cólera cada vez que no obtiene lo que quiere o se le niega algo, echando mano de todos sus recursos para llamar la atención y obtener lo que desea; llanto, gritos y rabietas, que pueden ir de baja hasta muy alta intensidad, acompañadas generalmente de agresión, ya sea hacia los objetos, contra sí mismo o incluso hacia los adultos. Y como bien sabemos, cuando este tipo de conductas se permiten, el mensaje para el niño es que son aceptables, y sobre todo, muy eficaces, para salirse con la suya y obtener lo que desea.

Criar a un niño consentido, malcriado y caprichoso, es fomentar que en el futuro sea una persona intolerante, que no sepa lo que es esforzarse para lograr algo, que no tenga control sobre sus propias emociones y frustraciones, y que utilice la agresión al no conocer otra forma de alcanzar sus objetivos.

 

ninos caprichosos

 

La buena noticia es que esto tiene solución, tanto si se trata de prevenir, como de corregir estas conductas inaceptables, tan pronto comienzan a presentarse, para lo cual aquí les recomiendo algunos “antídotos”:

1. Hay que empezar por establecer normas claras en casa, acordes a la edad y capacidad de comprensión del niño, pues éstas harán que aprenda lo que es aceptable y lo que no es aceptable. Lo ideal es que estas normas, una vez definidas en acuerdo por los padres (no más de 5), sean plasmadas en un cartel a la vista de todos y en especial del niño, mediante afirmaciones muy concretas: “Guardo mis juguetes al terminar de jugar”, “obedezco a mis mayores”, “me cepillo los dientes después de comer”, etc.

2. Los padres deben estar coordinados y unidos, mostrando siempre un frente común delante del niño. Aún así, habrá ocasiones en las que uno de los dos no esté de acuerdo con el manejo que haga el otro de una determinada situación; en tales casos, deberá esperar a estar a solas para discutirlo y nunca hacerlo o desacreditar la autoridad del otro enfrente del niño.

3. Es importante educarlo para que aprenda a valorar sus juguetes y sus pertenencias. Si lo llenamos de juguetes cada vez que llega su cumpleaños o los Reyes Magos, o peor aún, si se le compran constantemente y sin haber motivo, no le dará tiempo de jugar con todos ellos y mucho menos sabrá apreciarlos. Hay que enseñarle a valorar sus cosas y a cuidarlas, pero también hay que elegir juguetes educativos, funcionales, creativos y versátiles, que capten su atención y su interés por más tiempo.

4. Ambos padres deben educar de la misma forma. No puede uno ser “el bueno” y el otro “el malo”; esto es, uno el que siempre permita y otro el que siempre regañe, pues de esta forma el niño aprenderá a manipular las situaciones  a su conveniencia, poniendo en jaque a mamá y papá.

5. Cuando exija algo, hay que hacerle comprender lo que cuestan las cosas, y no sólo por su valor económico, sino también por el esfuerzo que implica obtenerlas. Pero ¡OJO!, no se trata de utilizar los premios como base de la educación, lo cual puede resultar muy riesgoso, pero sí de presentarle retos cuyo logro lo lleve a obtener una determinada recompensa. De esta forma, verá estimulado su esfuerzo, dará importancia al trabajo y la constancia, y por lo tanto, valorará mucho más aquello que en un principio había exigido.

6. Decirle «no» cuando sea necesario y mantenerse firmes ante sus constantes exigencias. Si amenaza con montar un espectáculo, para conseguir de ustedes algo que consideran que no deben darle, aún cuando sea en público, manténganse firmes ante la presión y se acabará dando por vencido. No se trata de imponer autoridad per se, sino de hacerle entender que no se puede tenerlo todo, que hay límites a su conducta y a sus demandas.

7. Acostúmbrenlo a enfrentar y a lidiar con la frustración, poco a poco y de acuerdo a su edad, enseñándole que la vida implica aprender a aceptar las pérdidas, los fracasos y las renuncias. La frustración es un entrenamiento imprescindible para desenvolverse, adaptarse, tener éxito y ser feliz.

8. Como adultos, los padres deben ser congruentes, dando ejemplo positivo de tolerancia ante sus propias frustraciones. No dejaré de insistir en ello: «La palabra convence, pero el ejemplo arrastra».

9. Si bien es normal que los abuelos, tíos o amigos, puedan concederle al niño uno que otro capricho de vez en cuando, debemos hacerle entender que son situaciones excepcionales, y que no puede pretender lo mismo de sus padres, ni tampoco cada vez que vea al abuelo o a la tía.

10. Por último, no pierdan de vista que muchas veces los niños son caprichosos, simplemente porque están reclamando mayor atención de sus padres. En la actualidad es común que los padres no tengan suficiente tiempo para dedicar a sus hijos. Entonces, para compensarlo y muchas veces cubrir un sentimiento de culpa, supuestamente en aras de mantener un ambiente tranquilo en casa (el poco tiempo que pasan juntos), los complacen en todo lo que piden.

 

… La realidad es que la infancia pasa volando, y que NADA puede sustituir el valor de una convivencia de calidad con mamá y papá, lo que implica dedicar tiempo y educar

 




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